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jueves, 25 de agosto de 2011

Papel higiénico y lentejas calientes


Papel higiénico y lentejas calientes

Hay algo en esta incertidumbre que acojona. Quiero vivir tranquilo con por lo menos un par de certezas. Todas las ecuaciones, todas las fórmulas se han ahogado en lagunas de mierda. Abiertas las heridas y las puntadas descosidas no queda de otra que coagular la sangre con Trombina. Me arde el pecho como una úlcera de toda la vida. Son escoria, todos son escoria, escoria matutina, vespertina y nocturna, son escoria y sólo resta… Me dueles en los huevos, culicagada malcriada, pirobita de catálogo, ponte una minifalda y píntate los labios con estiércol ahumado. Corre una maratón, ve y compra nimiedades que no usarás nunca, ingresa en la universidad y fóllate a tu profesor de biología, métele mano al marido de tu hermana, todas esas cosas te calzan como la zapatilla a cenicienta. El presidente y sus ministros me la chupan, los fiscales y magistrados me la chupan, todos los candidatos me la chupan, y tú, en cambio, te rehúsas. En mi cuarto ya no hay amaneceres ni crepúsculos, el tiempo se ha detenido como en un mal cuento de S-F. El único placer que me redimía te lo llevaste junto con tu lengüita viperina. Como dijo Goya: La imaginación también engendra monstruos. Anoche una niña de fábrica con una polla de 7 pulgadas elogió mis pestañas. Eso es lo que hay, eso es lo que me queda, unas pestañas sueltas, bellas y sueltas naufragando en un océano de olvido. Bellas pestañas alabadas por travestis de fin de semana que las tienen postizas y las cuencas de los ojos vacías. Ese niño malévolo que me habla al oído ha empezado a mearse en la cama por puro cinismo. Hoy sangré, mis fosas sangraron, la paranoia no cesa y mis orines son hediondos. El médico de papá dijo que yo necesitaba un trasplante. ¿De qué, doc? De alma, hijo mío. Las sienes me duelen, un amigo que ya está muerto, degollado, me dijo que era por esnifar en seco. Consume, consume pero dilúyelo con alcohol. He descubierto que no me gusta mucho la gente, no los aguanto durante mucho tiempo. No soporto a las señoras de mi barrio, creo que lo mejor será que me vaya a vivir al campo porque sino un día de estos estallaré como esos chicos de Columbine y, entonces, ya verán. No quiero sonreír. Últimamente veo tantos poetas, parece que todos son poetas y yo no quiero ser poeta, sólo quiero vomitar toda esta mierda. Todo sería más sencillo si el psiquiatra me dopara ¿Litio? Quizás ¿Clonazepam o Haloperidol? ¡Umm, rico! Mi tía era esquizo, murió en el San Vicente de Paul pesando 30 kilos. Veía gérmenes en la comida, gérmenes en todas partes, diminutas bacterias que le carcomieron el espíritu. Tenía un conjuro de magia negra y odiaba a todos los hombres, odiaba a mi padre, fue violada. ¿Acaso soy un hombre? Bueno, me gustaría violar a alguien, me encantaría violarte pirobita de catálogo, introducir violentamente mis 15 centímetros de púrpura por tu ojal, que cagues sangre por una semana, re-puta. Los polos se derriten, en África los niños mueren de hambre, mueren tan fácilmente como espichando espinillas o, mejor, como haciendo click en el I like it del Facebook, y yo sólo pienso en… ¡Qué egoísmo tan hijueputa! Divago, ¿qué decía? Ah, sí, incertidumbre, incertidumbre y dudas. ¡NO LLORÉS MÁS MARICÓN! Por eso a nuestra época la llaman postmoderna, por la imposibilidad de elección ¿Querés huevos fritos? No sé. ¿Revueltos? No sé. ¿Pericos? No sé. Pero, ¿querés huevos? No sé. ¡ENTONCES, COMÉ MIERDA! Putas cárceles mentales. Pelucas piojosas, eso es lo que hay. Seres desgarbados, vulgares, caminando por pura inercia en calles asfaltadas bajo la mirada de ojos mezquinos y desdeñosos. Movimientos brownianos, espacios minúsculos, estéticas horribles. Vómito, asco, ocio, eso es lo que hay. Soy un puto puritano, eso es lo que hay. Una grieta abismal no me permite relajar. Tensión, eso es lo que hay. Silencio, espasmos, ni un buen presagio, eso es lo que hay. ¿Sabes qué quiero? Quiero salir a la calle, tocarle el culo a alguna nena con un derrier gigantesco y mearme en una fuente del centro. Entrar a un restaurante y atiborrarme sin tener que dar un peso. También soy vulgar, vulgar y ordinario en mis deseos. No quiero nada grandilocuente, nada especial y magnífico, sólo quiero tener papel higiénico y lentejas calientes, que alguna nena me diga cuánto me quiere para luego responderle, mintiéndole, que todo eso es recíproco, que mi vida es tan huera como un cero a la izquierda si no está ella conmigo. Nada de salvar a las ballenas ni de una solución pacífica a la guerra, nada de eso me importa. Si mis sábanas están limpias y mi viejo tiene su insulina, poco importa lo demás. Eso es lo que hay. Me gusta esta mierda, ahora me masturbaré, me la menearé hasta que duela, pensaré en ella tan fuerte, decididamente, que le dolerá la cabeza. Poder extra sensorial, eso le aplicaré y luego a dormir, a soñar con paraísos espaciales, calma, muchísima calma. ¿Incertidumbre? No, para nada. Muerte a todos y cada uno de los postmodernos. Como dije, sólo quiero papel higiénico y lentejas calientes.


2 comentarios:

Willy dijo...

Humor ácido, sucio, encantador!!
Fascinante relato mi hermano

Vanessa Alanís dijo...

siempre se puede usar el rollo como última esperanza.
aunque sea para pedir ayuda