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sábado, 8 de octubre de 2016

CIELO PARA PÁJAROS EN LLAMAS




Yo no sé si creerlo o no, pero he notado que toda la realidad ha empezado a desmoronarse, esta cita de la novela de Diego Granda (1993) podría definir de forma sucinta de qué va este rock & roll surrealista y apocalíptico. Ésas, quizás, podrían ser dos etiquetas necesarias para encasillar esta novela corta que en 2014 ganó el premio nacional de arte universitario en la modalidad de novela breve. Surreal y apocalíptica, llena de sueños, sirenas, fantasmas, peces de colores y de sectas cuyo único propósito es destruir el mundo tal como lo conocemos para crear uno nuevo. Hay que destruir para volver a construir, esa filosofía de letra punk es el leitmotiv de la misteriosa secta que quiere dinamitar la ciudad pues está demasiado blanca como para no mancharla de algo hermoso, una ciudad que nunca se nombra pero que no es otra que la ciudad blanca, Popayán, la Popayán del autor, una ciudad que probablemente sea la que esté sacando la mejor literatura del país, pensemos en Juan Cárdenas o en Andrés Mauricio Muñoz, y que paradójicamente es reconocida por ser especialmente conservadora.

La novela juega con diversos registros, la primera persona, la segunda y la tercera se mezclan en diversos apartes dándole a la narración una agilidad particular. Empieza siendo la narración del personaje principal, de cómo se enamora de esta chica misteriosa y peligrosa, una constancia de que he amado, soñado y hasta vivido. Y termina con la sonrisa de un fantasma que puede ser cualquier persona, una sonrisa previa, quizás, al fin del mundo. Y en el medio tenemos un poco de todo, sexo entre una madre y los compañeros del colegio de un chico, asesinatos, drogas y un cielo que se cae a pedazos, un cielo que es la pantalla del ordenador del autor o el pecho de Beatriz, sí Beatriz (Una Beatriz moderna que tiene algo de femme fatale y que lleva al protagonista tanto cielo como al infierno).

Cielo para pájaros en llamas bebe de diversas fuentes, bebe de  las novelas pop, en donde los personajes fuman Derby o escuchan a Lou Reed pero no hace del name droping algo que acartone la prosa o la vuelva un cúmulo de referencias a marcas porque también bebe de otras fuentes como el surrealismo y pienso que incluso del gore. Chaparro Madiedo rezuma por buenas partes de la novela y no está para nada mal porque esta es la primera novela de un autor joven que nos hace ansiar qué será lo próximo por venir.