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sábado, 20 de agosto de 2011

''Salaam'' un capitulo de ''Falso Positivo'' by Harold Jaffe


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Cuando el terrorista palestino abrió su camisa para mostrar los explosivos que tenía pegados en el pecho, el dueño de la tienda israelí señaló hacia una gran olla de hierro fundido que estaba en ebullición sobre la estufa. Contenía col, papas, cebollas verdes y, sin lugar a dudas, una mano humana pequeñita.

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Cuando el palestino abrió su camisa para mostrar los explosivos pegados a su pecho, el dueño de la tienda israelí señaló hacia la vieja olla en ebullición sobre la estufa. Col, papas, cebollas verdes y una mano humana pequeñita. El palestino era joven, delgado, con ojos negros y los trazos de un bigote negro. El dueño de la tienda estaba nervioso, con los ojos inyectados en sangre y un bigote que una vez fue negro y ahora era blanco grisáceo. Se miraron a los ojos. Entonces, cuando el palestino levantó el puño, el anciano levanto el brazo con un número tatuado en él. El joven pronunció la palabra Palestina incluso cuando el anciano pronunció la palabra Auschwitz. Cada uno en su propia lengua.

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Cuando el palestino se abrió la camisa para mostrar los explosivos pegados al pecho, el dueño de la tienda israelí señaló a la gran olla en ebullición sobre la estufa. Contenía col, papas, cebollas verdes y, notablemente, una mano humana pequeñita.

El palestino: conozco esa mano, es de mi hermana.

El israelí: te equivocas, es de mi hermana.

- La mano es muy pequeña. Tú eres un anciano.

- En ese entonces, yo era joven como tú. En otro país.

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- Así que tú eres un terrorista suicida.

- Un luchador por la libertad.

- ¿Asesinando cientos de judíos anónimos conseguirás esta libertad?

- Es el único camino que queda.

- ¿Has escuchado la palabra genocidio?

- Todos los días de mi vida he escuchado es palabra.

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Cuando el palestino se abrió la camisa mostrando los explosivos pegados a su pecho el dueño de la tienda israelí en la abarrotada calle de Jerusalén señaló a la gran olla en ebullición sobre la estufa. Col, papas, cebollas verdes y una mano humana pequeñita. Mirándose a los ojos.

- ¿Qué es lo que quieres?

- Que los judíos nos devuelvan nuestra tierra. Que podamos vivir en paz.

- Y si te digo que esta tierra en Jerusalén y más allá no es tuya sino nuestra. Históricamente nuestra.

- Deja que las Naciones Unidas decida.

- Y los que odian a los judíos en la ONU. ¿Qué pasa con ellos?

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- Estás preparado para asesinarte y contigo a cientos de personas comunes y corrientes a las que no conoces y que resultan ser judíos. ¿Por qué? ¿Por un principio?

- Si este principio significa la verdad, entonces sí, si Dios quiere, estoy preparado para unirme a mis martirizados hermanos y hermanas luchadores por la libertad.

- ¿Hay muchos que se sienten como tú?

- No te puedo dar una cifra. Pero nunca he conocido a un palestino que no esté preparado para morir por la libertad.

- ¿Y si conocieras a alguno?

- Me negaría a estrecharle la mano.

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Cuando el palestino se abrió la camisa y mostró los explosivos que tenía pegados al pecho, el dueño de la tienda israelí señaló la gran olla en ebullición sobre la estufa. Contenía col, papas, cebollas verdes y, sin lugar a dudas, una mano humana pequeñita.

- Ustedes los judíos son unos caníbales.

- Lo opuesto es cierto. Hemos sido canibalizados.

- Está hablando de los Nazis. ¿No pueden dejar de hablar de sus Nazis?

- No.

- Ese es el problema con los judíos. Viven en el pasado.

- No. Vivimos en el presente con todo el peso del pasado. No hay otra forma.

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Estos Nazis que tanto los obsesionan son en lo que ustedes se han convertido.

- ¿Qué quieres decir?

- Sólo eso. Ustedes los judíos con sus uniformes inmaculados y sus avanzadas armas nos masacran y degradan así como los Nazis lo hicieron con ustedes.

- Lo que estás repitiendo aquí ya lo he escuchado antes. Se ha puesto de moda. Y es una calumnia atroz. ¡Y sobre todo, viniendo de usted con el genocidio pegado y atado a través de su cuerpo!

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Cuando la palestina luchadora por la libertad se abrió la blusa para mostrar los explosivos pegados a su cuerpo, la hija del dueño de la tienda israelí hizo un gesto a su pecho y luego señaló el pecho de la palestina. Se miraron una a la otra a los ojos oscuros por largo tiempo. Luego la palestina sacudió la cabeza, metió su mano bajo la blusa y los detonó. Esa es una versión. La otra versión es la siguiente. Después de mirarse a los ojos por largo tiempo, la luchadora por la libertad Palestina asintió una vez, lentamente. Cuidadosamente, desactivó los explosivos. Entonces ella y la hija del dueño de la tienda israelí se abrazaron y salieron juntas a la turbulenta calle de Jerusalén.

1 comentario:

Ali Alina dijo...

Waw, me ha encantado.
Te leo de cerca eh? :)
Besos de purpurina, Alicia.
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