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domingo, 16 de enero de 2011

Una apología a la irreverencia y a la provocación de Las Teorías Salvajes


Una apología a la irreverencia y a la provocación de Las teorías salvajes

No sé muy bien por qué decidí comenzar este blog con un libro que se posiciona tan en las antípodas de mi canon, hubiera podido reseñar primero algún texto de Bukowski o de Carver, mis inobjetables héroes del submundo, escritores de estilo abiertamente minimalista, conciso y sencillo; pero, no sé si para bien o para mal, me encontré con la sofisticada prosa de la señorita Oloixarac y recibí un contundente traquetazo de brillantez e ingenio, el humor de Oloixarac es la típica muestra de la crueldad inteligente. Un humor políticamente incorrecto, ácido, si se quiere, y en ocasiones hasta chocante. Quizás éste sea el motivo principal por el que haya decidido escribir acerca de su novela (aunque también está el hecho de que viene en los próximos días al país para el Hay Festival)

La novela de Oloixarac es una obra de alta costura, de diseño exclusivo, fragmentaria que, sin embargo, conserva la unidad. Encontramos mezclados en un delicioso coctel la guerra con el sexo, la genialidad y la belleza, la perversión adolescente y la bajeza o el patetismo intelectual. Oloixarac no escribe para todo el mundo, ella pertenece a una elite altamente educada y escribe para esa elite o contra ella, pues su sátira es más caústica cuando descarga sus balas contra el ambiente académico e intelectual bonaerense, contra las tribus urbanas, especialmente, contra los blogueros, una tribu de la cual ella es miembro honoraria y a la cual, ahora, yo intento hacer parte (quizás esta sea otra razón por la que empecé este blog con su libro). En un aparte del libro dice algo así como que: las tribus urbanas existen para que podamos coger con las personas que se visten como nosotros.

En una entrevista a Agustín Fernández Mallo con respecto a su novela Nocilla Dream expresó que: ‘‘Lo siento por los realistas, pero han perdido’’ Esto me causa cierta gracia, porque el libro de Oloixarac me pareció muy realista, casi hiperreal, y a ella se la relaciona directamente con la generación de escritores españoles del parche de Fernández Mallo, gente que viene del mundo académico y que han revitalizado el universo literario español con irreverencia saliéndose deliberadamente de los modelos ya trillados, no escriben meta literatura, ni realismo sucio y mucho menos folletines tan en boga allá, sino que han decidido desmarcar los límites entre literatura, ciencia y otras artes, su discurso es el discurso de lo discontinuo, la mezcla de ensayo y narrativa.

Eloy Fernández Porta en un ensayo sobre relato contemporáneo hace referencia al término del escritor norteamericano Mark Amerika FRICTION= FICTION & CRITICISM en donde los géneros narrativos se entrecruzan y superponen. La polifonía como leitmotiv narrativo. Y eso es lo que encontramos en Las Teorías, un denodado intento por abolir los límites entre filosofía y literatura. Aunque hay una voz principal, la de la narradora, nos encontramos con discursos dispares, con opiniones que se cruzan. La narración que se hace de las cartas de la tía de Kamtchowsky es muy opuesta a la de Rosa Ostreech (la narradora). Ese deseo de mezclar diferentes voces, tal vez sea el dogma del post-modernismo: no podemos conocer nada definitivamente, tan sólo tenemos visiones momentáneas, perspectivas periféricas sobre un texto. No hay nada concreto. Sin embargo, Oloixarac parece renegar un poco de este modelo, no podría llamarla netamente una escritora post-moderna porque, sinceramente, no sé qué putas puede ser eso. Veo más bien que su interés viene del lado antropológico y sociológico, es un interés por retratar las relaciones sociales en nuestra era de las redes sociales y de la superconectividad.

El libro comienza con un retrato de los diferentes ritos de iniciación en algunas tribus aborígenes, estos ritos están figurados por la violencia, por la bestialidad, que aún persiste en nuestras sociedades contemporáneas. El deseo de sangre, un deseo atávico que pervive en nuestro inconsciente y que Oloixarac pone de manifiesto en lo que llama: La teoría de las transmisiones yoicas. Según ésta teoría, conservamos, inconscientemente, los remanentes de un pasado en donde éramos la presa en vez del predador y fue el invento de la herramienta lo que nos puso en el lugar privilegiado que ocupamos ahora como especie. La herramienta moderna es, sin duda, la tecnología electrónica, el internet, y Oloixarac nos propone la abolición o por lo menos el boicot de esa herramienta. Al final del libro, casi como un chiste, nos encontramos con los personajes hackeando Google Earth. Se convierten en terroristas electrónicos y ven, mientras se masturban, envuelta en llamas toda la ciudad de Buenos Aires.

La autora muestra un interés especial por las relaciones humanas o, quizás, post-humanas. La violencia se muestra como una forma especial de superioridad, de genialidad intelectual, en una parte del libro dice: ‘‘La maldad da ganas de coger’’ Y en otro aparte, escuchamos: ‘’el régimen de acceso a la empatía contemporánea se encuentra vinculado al uso inteligente, glamoroso, de la crueldad’’. La práctica progresista del sexo no se escapa de su burla y de su análisis. De hecho, todo el progresismo, toda la generación de gente comprometida políticamente es caricaturizada ferozmente por la prosa de Oloixarac. No conozco el ambiente político argentino pero se hace evidente que el deseo de Oloixarac es el de subvertir un orden que le asquea, que se muestra deteriorado pero aún así reinante en la institucionalidad, en otro aparte dice: ‘‘La llegada del peronismo al poder modificó de raíz los programas de estudio de las facultades, convirtiendo las asignaturas en invitadas opcionales de un plan de estudios inclinado hacia las variedades de la doctrina marxista’’ o ‘‘Por supuesto que no son los setenta, suponer que la promiscuidad es cosa de los setenta es lo que es de los setenta’’ Y esto es poco para la caricatura que nos muestra de los personajes que vivieron esa época, por ejemplo, la mamá de Andy no lo deja comer un helado porque se llaman: ‘‘Massera’’ ‘‘Ese fue un señor muy malo que tiró a mucha gente de un avión…Compremos mejor un alfajor’’- le dice. Y en otro apunte, cuando un par de desclasados o como ella los llama: ‘‘excluidos del contrato social’’ los están robando, asevera: ‘‘Los recipientes naturales de la benevolencia revolucionaria seguían pateándolo en el suelo’’. Esa es una de las partes más hilarantes del libro y que debe haberle granjeado no pocos enemigos a nuestra heroína, la super chica Oloixarac pues, como ya dije, las opiniones de los personajes son marcadamente incorrectas, aquí podríamos hacer un paralelo con autores como Céline o Houllebecq. Esta chica es una provocadora que no le teme a la polémica, pues la verdadera libertad de expresión comporta el hecho de tener que escuchar aquello que no nos agrada. Tampoco le teme al combate la señorita Oloixarac, todo su libro es un constante llamamiento a las armas, a la guerra del discurso. La guerra: una teoría salvaje.

Otro tema de obsesión de Oloixarac es el de la belleza, la belleza física es también una forma de superioridad. La protagonista del libro, Kamtchowsky, es descrita como una ‘’retaca amorfa’’ o de que ‘’era consciente de que resultaba físicamente desagradable a los demás’’ o ‘‘Las canciones que estadísticamente hacen a las adolescentes abrirse de piernas sobre los parlantes constituían un desafío cruel al universo contrahecho y sin gracia de Kamtchowsky’’ Y es ésta certeza de la deformidad lo que en resumidas cuentas forja el carácter de resentidos de Kamtchowsky y de su novio Pabst, también él desagradable a la vista, que considera que la belleza física no va de la mano con la brillantez intelectual, de hecho, en su ejercicio de bloguer Pabst tiene la oportunidad del anonimato físico, de la máscara: ‘‘En su ejercicio comunal de odio al resto, Pabst accede a una nueva imagen de sí mismo más cercana al flair de Adonis lúcido que jamás podría obtener a fuerza de características físicas’’; pero ésta teoría de intelecto inversamente proporcional a la belleza se viene abajo cuando conocen a Andy y a Mara, pareja de niños bien, afortunados portadores de la belleza y la superioridad cerebral, pues éstos nada tienen que envidiarle a la pareja de sapos resentidos. En su primer encuentro, Andy y Mara los invitan a su apartamento y cuando quieren acostarse con ellos, Pabst se ofende y le dice a Kamtchowsky: ‘‘Piensan que estamos tan desesperados porque sólo cogemos entre nosotros que creen que no podemos coger con nadie más- Y piensan que nos morimos por tocarlos pero…’’ y, evidentemente, era lo que deseaban, porque K. le contesta: ‘‘Podríamos haber cogido con ellos y ver cómo eran desnudos’’ y luego: ‘‘Ahora no sé cuándo se va a volver a presentar una oportunidad así’’

En un momento, Andy habla de los lenguajes inconscientes, implícitos que modulan nuestro comportamiento, según su hipótesis nuestros comportamientos se basan en el contagio empático y, aunque Pabst podría estar de acuerdo con su teoría, su ego, el deseo de mostrar sus cualidades neuronales y su reluctancia a mostrar camaradería hacen que oponga su hipótesis: la del feedback positivo, en donde nuestros comportamientos están más relacionados con leyes de asociación general como cuando una manada de búfalos empieza una estampida en una llanura polvorienta debido a que uno de ellos ve al predador en lontananza. Más que el contagio, es una ley metabólica la que rige nuestro comportamiento, según Pabst. Pero cuando él expone, satisfecho, su argumento, la narradora dice: ‘‘En algún momento Andy volvería a quitarse la camisa, los ojos femeninos se elevarían, fervorosos, hacía él; nadie notaría nada’’. La belleza representa superioridad y victoria genética: Otra teoría salvaje.

Y el sexo, en todas sus variantes, es también parte fundamental en la novela, tenemos a Kamtchowsky chupándosela a su papá en un video, la vemos embadurnada de semen en una grabación de una cámara de seguridad de un McDonald, la vemos penetrada por diferentes y numerosas pollas en el baño de una discoteca, un gangbang genial y, finalmente, la vemos convertida en porno star amateur; también vemos a Pabst pajeándose maniáticamente y hasta se hace una paja mientras un ‘‘homo faber’’ se la chupa a Andy, las escenas están retratadas con un lenguaje para nada vulgar y rebosantes de ironía. También le escuchamos a Pabst: ''El sexo es un sistema estable de formas egoístas que giran alrededor del sol de la vanidad''. y también: ''... la revolución sexual retoma el sentido verdadero de las revolutiones de Copérnico: el instinto conservador de la vanidad como triunfo estético y moral de la democracia''.El sexo: otra teoría salvaje.

Cuando un parcero me vio, unas semanas atrás, leyendo muy emocionado la joya que me trajo mi hermana de Madrid, me preguntó: ¿qué tal? Y no supe muy bien qué responderle, entonces le dije: no sé, me gusta bastante, pero lo único que le reprocharía a Oloixarac es que hubiera preferido que la voz de la narradora fuera la de ella y no un personaje. Pero viéndolo bien, ese es un prejuicio estúpido, muy personal. Me gustan los autores que viven en sus libros, que escriben con sangre, que hacen de su vida su obra y viceversa y quería ver más paralelismos entre Rosa Ostreech y Pola Oloixarac pero esa es una exigencia un tanto radical porque la voz de Rosa es la de una megalomaníaca: ‘‘el secreto de su genio no vería la luz hasta decenios más tarde. En rigor, esa luz se colaría débil…; más importante aún es que tocaría una sola conciencia. Una sola (la indicada, la perfecta)…’’ ‘‘Leibniz mediante, en otro mundo posible quizás no me necesitarías…Pero ese mundo posible jamás podría existir, porque sería contradictorio consigo mismo… porque mi presencia es condición necesaria para tu filosofía. ’’ Ostreech es una mujer enamorada y peligrosa, por la forma en que habla fácilmente la podríamos confundir con una enajenada, con una obsesiva. Y aunque no lo parezca, acercándonos lo suficiente, descubrimos que Las Teorías es una novela de amor, del amor obsesivo e insano.

En todo caso, para terminar, quiero recomendar este libro, advirtiendo que es un libro difícil, un verdadero challenge, un libro para leer con tu diccionario de filosofía bajo el brazo, de hecho, creo que no me había encontrado con un reto semejante recientemente, además no soy un entusiasta de la filosofía y el lenguaje de Oloixarac es pesado, denso, como dije, de elite; pero si logras superar esos escollos léxicos y captas, en medio de la oscuridad, su humor delicioso, su irreverencia, el libro será un verdadero placer. Sentirás que estás devorando algo que no habías probado aún, un caviar para unos cuantos elegidos que, ahora, resultan ser muchos pues la autora tiene tantos fans como detractores. ¡Que lo disfruten!

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