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sábado, 21 de abril de 2012

Odio al enlace covalente


En el último tercio de su vida, Laszlo Jamf fue presa de una creciente hostilidad, de un extraño odio personal hacia el enlace covalente. Pues estaba convencido de que, para que los productos sintéticos tuvieran algún futuro, ese enlace tenía que mejorarse necesariamente. Algunos estudiantes entendían incluso ''trascendido''. El hecho de que la esencia de la vida, de su vida, dependiera, de algo tan inestable, tan débil como la compartición de unos electrones por los átomos de carbono, constituía para Jamf una humillación cósmica. ¿Compartición? ¡Con la mayor fuerza, la mayor duración, podría decirse eterna, que tenía el lazo iónico! ¡Ese lazo donde los electrones no son compartidos, sino capturados! ¡Agarrados y firmemente sostenidos! Esos átomos tienen polarización positiva o negativa, sin ambigüedades... ¡De qué modo llegó a amar esa claridad meridiana, sin ambages, llena de esa obstinación mineral! Tenéis dos opciones, o quedaros rezagados con el carbono y el hidrógeno, e ir todas las mañanas a la fábrica con la fiambrera como ovejas de un rebaño anónimo, impacientes por entrar y dejar fuera la luz del sol..., o ir más allá, Silicio, Boro, Fósforo:éstos pueden enlazarse con el Nitrógeno en vez de hacerlo con el hidrógeno, ir más allá de la vida, hacia lo inórganico. En esta zona no hay fragilidad ni mortalidad...sólo existe la Fuerza, lo Eterno.

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